jueves, 4 de septiembre de 2014

68ª COMPETICIÓN: XVII MARCHA CICLISTA FERROLTERRA: ¡QUÉ DURO ES EL CICLISMO!

Domingo, 10/8/14, 9:00 h.
XVII Marcha Ciclista Ferrolterra
Distancia: 117 km
Dificultad: Media (al final fue alta)
Inscripción: 20 euros (con licencia de 1 día)
Tiempo: 4h 30'
Avituallamiento: agua, powerade, pastelitos
Trayecto desde Betanzos: 35 min. / 38 km
Puntuación: 2 / 10
Repetiría: NO

Tras competir la tarde anterior y llegar a la marcha con la idea de debutar en una cicloturista y pasarlo bien, no me podía imaginar antes de empezar que se convertiría en el entreno más duro en bici de mi vida. Vamos con la crónica.

7:30 h. Qué ganas de madrugar... después del triatlón del sábado, quién me mandaría a mi... Pero las ganas de participar por fin en una marcha ciclista pueden más y me levanto contento y con ganas de arrancar. Solamente se me borra un poco la sonrisa cuando miro por la ventana y veo que los del tiempo no se equivocan, nublado con nubes grises... mal rollo. Desayuno y arranco para Ferrol. Llego a la Malata con tiempo de sobra para coger el dorsal, preparar todo (bidones, barrita, maillot...) y decido finalmente llevar el maillot y culotte largo viendo lo que se avecinaba (aunque todos iban con el corto). A la hora prevista dan la salida, nos ponemos en marcha unos 120 participantes en dirección a Cariño, con la intención de pasar una buena jornada ciclista. No conozco a nadie, pero me gusta la sensación de ir en grupeta. Los primeros kilómetros se hacen tranquilos, hay algún repecho pero como la marcha es neutralizada vamos todos juntos. A medida que 
 pasan los kilómetros aumenta la velocidad y hay momentos en que me cuesta seguir al grupo de delante. No he venido con ganas de sufrir así que mantengo el ritmo y sigo acompañado, aunque en las largas rectas veo que nos sacan bastante distancia. Al final me caliento y pego un apretón para ir con el grupo cabecero, no vaya a ser que me pierda. El ritmo no es malo aunque soportable, queda mucho. El problema empieza a los 20 km aproximadamente, cuando en una bajada larga empieza a llover. La piel de gallina y empiezo a pasar frío. Aún encima, la bici casi no frena y ya no me divierto tanto. Confío en que la lluvia sea pasajera e intento mantenerme con los que tiran, aunque no puedo ir a rueda porque me salpican agua en los ojos y llevo lentillas (las gafas imposible, no se ve nada). No para de llover, los kilómetros pasan con pequeñas subidas y cada vez hay menos caras de alegría y más con ganas de acabar, vamos todos empapados y no estamos disfrutando. Con este panorama,
sobre el kilómetro 40, llegamos al plato fuerte de la jornada, el inicio del tramo libre hasta el Alto de la Garita de Herbeira, un puerto de 13 km al que no sabía cómo iba a responder. Nada más iniciar la subida me quedo sólo, unos por delante y muchos por detrás y a un ritmo lento empiezo a asimilar el sufrimiento subiendo piñones. De repente, la niebla se suma a la fiesta y además de seguir mojándonos no se ve nada a más de 10 metros. Ya no veo ni motos, ni coches, ni voluntarios, ni ciclistas. Lo que se presumía una subida tranquila, bromeando con la gente y con todo controlado se acababa de convertir en un reto en solitario contra el puerto, puesto que el único voluntario que veo me indica que suba despacio que no hay ambulancia. En fin... sobre el km 3 de subida intento subir otro piñón pero ya no me quedan más. "Madre mía, lo que me queda". Por suerte, aparecen 3 ciclistas por detrás y me uno a ellos. Les pregunto que cómo es lo que queda y su respuesta me hace acordarme del plato de 34 dientes que tengo en casa (voy con un 50-39). Me levanto y las piernas arden, aunque lo único que deseo es que pare de llover, la ropa cada vez pesa más y no sé si la elección de llevar todo largo ha sido la correcta. Los kilómetros pasan y cada vez hay más niebla. De repente, llego a una larga recta donde veo a la gente retorciéndose, me pongo de pie y casi no soy capaz de mover el desarrollo, imposible sentarme. Así durante más de 500 metros, eterno. Por fin puedo acomodarme y seguir con la penitencia. Aún quedan 5 km y me han dicho que son los más duros... ¡pero si ya no puedo más! Sigue lloviendo y la niebla es más densa, además que las temperaturas han bajado considerablemente... ¡a 10 de agosto! No puedo creerme en qué lío me he metido cuando llego a otra "pared" interminable que me obliga a dar el 100% para no bajarme de la bici. Solamente el hecho de pensar que si me hubiera bajado me habría quedado allí solo muerto de frío me hace continuar pedaleando e intentando coronar, aunque parece que no termina nunca. Le pregunto a otro que pasa y me dice que 500 metros... ¡al fin! Nada más lejos de la realidad, llevo varios minutos de pie y no veo el final. Por fin, como si coronara Contador el Tourmalet en un día de perros en el Tour, llego a la cima pensando que habría mucha gente, avituallamiento, parada... y solamente veo a una persona que me dice que baje con mucho cuidado que no se ve nada y que hay curvas peligrosas. Me quiero morir allí mismo. Cuando creía que lo peor ya había pasado inicio el descenso del puerto (de otros 13-15 km aproximadamente) por una carretera estrecha, mal asfaltada, mojada, llena de curvas y con una niebla que no te permitía ver a más de 5 metros. ¡Vaya debut cicloturista! Más solo que la una, empapado y con ganas de estar en casa tumbado en el sillón y con un colacao, aprieto los frenos a todo lo que dan y voy con cuidado intentando adivinar la carretera y no partirme la crisma. Los frenos no dan para más y a los 3 km el dolor en las manos de tanto apretarlos comienza a ser insoportable. Para "animarme", un poco más adelante veo a un ciclista en la cuneta que se ha caído y lo están atendiendo. Sigo mi camino intentando no ser el siguiente. Con más pena que gloria consigo terminar la bajada y llego a Cariño, después de unos 60 km, a la zona de avituallamiento. Allí habría unos 20-30 ciclistas, así que dejo la bici y me lo tomo con calma puesto que había que esperar a todos los que faltaban, iba para largo, porque vaya tortura. Pero de repente el organizador dice que se suspende la marcha, porque una de las ambulancias se ha estropeado y la otra no ha aparecido. "¿Está de coña, no?" pienso para mí. No lo digo en alto porque me supongo que será una broma y me lo tomo a cachondeo. Cojo un par de pasteles y un powerade en una pequeña carpa y cuando veo que los que están allí le devuelven el dorsal empiezo a preocuparme... ¡pero si no sé volver! Sin tener ni idea de qué hacer, veo que el grupo que llegó primero deciden salir ya para no coger frío y volver por la general. No me queda otra y me engancho a la grupeta. Salimos de Cariño, en dirección Ferrol, unos 12 ciclistas por el arcén cuando todavía faltaban más de la mitad de los participantes por llegar. Surrealista. Eso sí, sigue lloviendo. A los 3 km de iniciar el regreso empiezan a dolerme las piernas, el ritmo es bastante alto, no se frena ni en los repechos y la competición del día anterior empieza a pesarme. Intento aguantar a rueda y le pregunto a Javichín, un triatleta que conozco, que cuánto queda y me dice que sobre unos 55 km. Casi me caigo de la bici. ¿55 km a ese ritmo con lo que llevo encima? Ni loco. Así que intento aguantar un poco más y en la 1ª subida larga me despido con más pena que gloria. Por suerte, 2 tricolegas del Triatlón Ferrol también se quedan atrás, puesto que uno de ellos había participado el día anterior en el mismo triatlón que yo e iba aún más justito. Así que me paso las 2 horas que quedan sufriendo con ellos y agradeciéndoles que me hagan de guía para poder llegar a la Malata de nuevo.Y después de otros 50 km de tortura a un ritmo alegre, llego tras 117 km y 4 horas y media a la zona de salida, sin un enhorabuena, un ¿qué tal llegaste? ni nada. Por lo menos me indicaron dónde estaban las duchas. Nunca más. Vaya tortura. Ni siquiera el agua caliente es capaz de quitarme la sensación de vacío, peor que un medio ironman. Mientras vuelvo a casa, pienso en qué habrá hecho toda esa gente que iba por detrás de mí y que había venido, como yo, a disfrutar de unos kilómetros en compañía. Mejor no pensarlo. Cambio el chip y sólo me imagino el sillón y el plato de comida. Mañana será otro día.
PD: después de casi 1 mes desde la carrera, tengo claro que no vuelvo a otra marcha con mal tiempo, aunque yo creo que aquí se juntaron un cúmulo de casualidades y todas negativas, además de una mala organización, obviamente. Confío en que la próxima será mucho más agradable y espero poder disfrutarla!!

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